En una entrevista realizada en 1964, cuando Arendt era ya una de las grandes figuras reconocidas del pensamiento en Estados Unidos, el entrevistador le preguntó acerca de su papel como filósofa. Ella se apresuró a rechazar con cierto enojo su inclusión en el círculo de los filósofos: «Mi profesión, si puede hablarse de algo así, es la teoría política. No me siento en modo alguno una filósofa». ¿Qué es lo que nos muestra esta incomodidad de ser identificada como tal? Quizá lo primero que debamos precisar es que esa tajante afirmación no supone un rechazo de la filosofía por su parte, ni evitar un propósito filosófico en su obra, ya que nada estaría más lejos de su intención, como podremos ver a lo largo de estas páginas.
Sánchez, Cristina
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