Me preguntaba entonces: «¿Quién me ha creado? ¿No ha sido en verdad Dios, que no solo es bueno, sino la misma bondad? ¿De dónde surge entonces mi asentimiento al mal y la resistencia que ofrezco al bien? ¿Acaso es así para ser castigado con justas penas? ¿Quién ha sembrado en mí esta semilla de infelicidad, si yo soy íntegramente obra de mi dulce Señor? Y aun si fuera yo una criatura del Diablo, ¿de dónde viene el Diablo?»
San Agustín, Confesiones, VII, iii.
Dal Maschio, E.A.
Publicar un comentario